Cundinamarca, el sueño aplazado.

He tenido mucha suerte en mis caminos, nací en una familia modesta pero siempre preocupada por formarnos en las disciplinas humanísticas y el amor cristiano, crecí en un pueblo pequeño (Medina) pero lleno de fraternidad y camaradería, me he formado en establecimientos de educación pública siempre aprendiendo de grandes profesor@s formador@s de hombres libres y mentes críticas, vivo los tiempos de la Latinoamérica del Siglo XXI que se levanta en paz pero decidida a construir su propio rumbo para los tiempos venideros.


Siempre he sabido que las fronteras, internas y externas, son líneas artificiales funcionales a un modelo que privilegia y protege la circulación de bienes, mientras restringe la difusión de las ideas y el tránsito de la ciudadanía. Probado está que el placer de arrasar lo actual y partir de ceros es reservado a los dioses en su potestad demiúrgica, humanamente entiendo que en tanto la historia sigue su inexorable devenir hacia mejores tiempos, es mi deber ineludible aportar en la medida de mis capacidades a desencadenar las fuerzas del pueblo en son de su propia redención, haciendo camino al andar, construyendo sobre lo construido. Aún siendo Cundinamarca una división artificial dentro del espacio de una Nación por demarcar, desde mi territorio natural he asumido firmemente el compromiso de promover el despertar de una ciudadanía cundinamarquesa consciente de sus derechos y comprometida con sus deberes.

Cundinamarca no se divide en quince provincias como se pretende desde los mapas y las mentes de sus gobernantes, ni en territorios desarrollados y territorios subdesarrollados como se dice en razón a la cartografía centralista de sus representantes parlamentarios. Cundinamarca debe entenderse desde la inaplazable realidad de sus pobladores, divididos, estos sí, entre una minoría que acumula bienes y gobierna en su beneficio y una inmensa mayoría que carece del acceso efectivo a uno, varios o todos los derechos fundamentales consagrados en la Constitución de 1991 según sean las circunstancias de su entorno, pero indefectiblemente excluidas de las decisiones de gobierno y la representación legislativa por las condiciones que imponen los actores electorales tradicionales.

Así encontramos en impúdica convivencia: mansiones cuyo precio se tasa en dólares junto a covachas sin siquiera acceso a redes de agua potable en la rivera del Magdalena entre Girardot y Ricaurte, haciendas cuya extensión no alcanza la vista (ni el sistema de catastro muchas veces) junto a campesinos sin tierra que malviven a la orilla de la carretera anhelando su turno de trabajar malpagos en las palmeras de Paratebueno o Puerto Salgar, industrias sobre la autopista del desarrollo junto a jóvenes sin acceso a educación acechados por el desempleo y la ilegalidad en las laderas de Soacha, familias enteras que labran un pedazo mínimo de tierra para solventar su vida junto a tierras ociosas (en casos extremos de propietarios extranjeros) en las breñas del Sumapaz, niñas que cambian carne por hambre junto a lujosos hoteles en La Mesa o Anapoima, campesinos que defienden su derecho al agua y los recursos naturales junto a explotaciones de megaminería que destruyen ecosistemas y carreteras en la hoya del Guavio en Ubalá, ciudadan@s que sin un sistema de transporte público masivo se transladan de Zipaquirá a Bogotá cada día a estudiar junto a universidades inalcanzables para su presupuesto en las goteras de Chía, productores lecheros agobiados por las competencia desleal de las importaciones subsidiadas junto a “exportadores” que ofrecen comprar sus tierras sin importar el precio en el valle de Ubaté, trabajadores urbanos que salen con el sol y regresan entrada la noche a sus casas junto a industrias que no generan empleo local en Madrid, Sopó, Funza, Mosquera, u otro municipio dormitorio. La lista de ejemplos podría ser tan numerosa como los dos y medio millones de habitantes del departamento o tan extensa como los 22000 Km2 que ocupa el territorio, pero se resume finalmente en una sola palabra: Exclusión.

La única respuesta posible a esta realidad añeja, es fomentar el acceso a la educación del mayor número de ciudadan@s posible. Estamos ante el resultado de años de mal gobierno y la acumulación de intereses individuales de quienes han detentado el poder político en el departamento, la desventaja ha estado de lado de las iniciativas populares fundamentalmente porque hemos actuado sin coordinación y sin objetivos comunes. La lucha es larga, por eso la hemos comenzado temprano, conocemos de primera mano la existencia de cientos de organizaciones comunitarias que en todos sus lugares, todos los días construyen paso a paso una nueva realidad, sólo es necesario coordinar sus actividades en torno a objetivos comunes.
La educación es el alimento de los pueblos y la fuerza de las naciones, por su ausencia ha sido el nuestro tan golpeado y la nuestra tan silenciosa. Instruirnos en tres niveles es el primer paso para realizar el sueño:

1. Educación Popular: La población cundinamarquesa debe aprender el poder que entrañan la organización social, la determinación en la defensa de sus derechos y el conocimiento de las herramientas constitucionales para hacerlos efectivos. Nuestro deber cívico es promover la formalización de iniciativas sociales encaminadas a la defensa de lo público, desde esas plataformas debemos infundir la certeza de los derechos fundamentales y el conocimiento de las herramientas jurídicas, colectivas e individuales para su defensa. Los cundinamarqueses desde ya debemos prepararnos para la Paz política entendiéndola como un derecho constitucional, deponiendo los odios y abriendo los brazos a quienes decidan reincorporarse a la civilidad.
2. Educación Ciudadana: La ciudadanía de Cundinamarca es de natural solidaria y preocupada por lo público, pero históricamente ha caído en la abstención o en las trampas propias del modelo electoral. Es nuestro compromiso seguir construyendo opciones político-electorales que se contrapongan a las propuestas de los partidos tradicionales que tan pocas soluciones han creado. El mayor aporte debe proceder de la ciudadanía empoderada de sus derechos políticos, capaz de superar la historia y generar líderes comprometidos con los fines superiores del beneficio de las mayorías.
3. Educación Académica: Erradicar el analfabetismo, promover la educación media y garantizar la educación superior en todo el territorio de manera pública y con cobertura universal. En estos tiempos los conocimientos básicos necesarios para interactuar trascienden la mera lecto-escritura, hoy se requieren competencias mínimas en el manejo de computadores y la web. La educación pública gratuita y universal es imprescindible en la transformación de Cundinamarca, cada escuela pública debe convertirse en un centro de alfabetización básica y un centro de capacitación en tecnologías de informática. Es necesario garantizar el acceso a la educación superior, disponiendo cada colegio departamental para la enseñanza de carreras técnicas y profesionales bajo la responsabilidad de la Universidad de Cundinamarca, programas académicos acordes a la realidad económica de cada región y a las necesidades del desarrollo comunitario.

recorridas en la brega política, notables líderes han entregado su mayor esfuerzo y obtenido los espacios que hoy nos sirven de arrancada y retaguardia, el ala alternativa de la política departamental ha sido golpeada por los actores tradicionales amparados en gobernantes nacionales que abiertamente promovieron el ascenso de quienes han llevado por tan malos destinos el departamento, mientras socavaban (incluso rebasando los límites de la ley) cualquier propuesta alternativa de crecimiento regional.
Los tiempos actuales son diametralmente diferentes, corren vientos de renovación y voces de cambio se elevan cada vez más decididas, frente al descontento general lo que queda es encauzar esas formidables manifestaciones en la contienda civilizada, formal y organizada de las plazas públicas, el debate dialéctico y los guarismos electorales. Hay que dar la pelea en las urnas electorales, con la fuerza del pueblo y la certeza del triunfo bien logrado.

Desde Grecia hasta Brasil el globo se estremece bajo la rebelión pacífica de millones de ciudadan@s conectad@s por las redes sociales y unificad@s en objetivos generales de justicia social, defensa de lo público, preservación del ambiente y apertura democrática. Colombia por ningún motivo es refractaria a las corrientes renovadoras globales y del vecindario, nuestro país aquejado por tan profundo abismo social, nuestro pueblo humillado con tanta exclusión, nuestro departamento cruzado por tanta pobreza, son tierra fértil para consolidar una propuesta fundamentada, razonable y alternativa para entregar a los electores cundinamarqueses en los eventos electorales que se avecinan.

Esta noche (Septiembre 5 de 2013) mientras el campesinado sostiene a pesar de la represión desaforada un paro nacional que ya completa 18 días, compromisarios del Partido Verde, el Progresismo y Compromiso Ciudadano discuten las reglas de la anhelada fusión de estas tres fuerzas electorales que tienen en común su historia, su ideario y su visión del futuro de nuestro país.

Desde Cundinamarca nos sumamos a este esfuerzo, convocamos a la ciudadanía a participar en la construcción de una nueva realidad, invitamos a las organizaciones sociales que se integren en plenitud de derechos y respeto a sus procesos a este torrente transformador que corre por los cauces de los siglos, pedimos a los líderes populares su apoyo a la construcción de esta “primeria o mejor alternativa” para citar a Antonio Navarro. La decisión que debemos tomar hoy los cundinamarqueses está entre seguir transitando la exclusión impuesta por el mal gobierno y la deficiente representación legislativa, o forjar nuestro propio rumbo mediante la elección de gobernantes dignos y legisladores progresistas, capaces y comprometidos.

No seguirán aplazando nuestra historia.

Freddy Adalberto López Guerra.
Codirector Departamental Partido Verde.
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