Delincuencia y violencia van de la mano entre Soacha y Bogotá

La extensa frontera que divide a los dos territorios pero que une a Ciudad Bolívar con Cazuca y a Bosa con Olivos, se ha vuelto un corredor atractivo para los delincuentes, así las autoridades no reconozcan la amplia problemática que perjudica a quienes residen en esta zona. Urbanizaciones ilegales, expendio de drogas, limpieza social y líos territoriales entre autoridades son los hechos más sobresalientes.


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Para expertos en seguridad, las dinámicas de los distintos grupos delincuenciales organizados en esta zona vienen desde el siglo pasado, con diferentes intensidades y actores, y argumentan que solo es posible comenzar a solucionarlos con la participación de las alcaldías de Bogotá y Soacha, la Gobernación de Cundinamarca y el Gobierno Nacional, y que estos problemas requieren una intervención integral territorial, con la que además del trabajo de los organismos de seguridad y justicia, son necesarias diversas subintervenciones de desarrollo social.

Ciudad Bolívar, al igual que muchos barrios de Bosa y Soacha crecieron en gran parte de la mano de los urbanizadores piratas que aprovecharon la llegada a estos territorios de muchas familias desplazadas por la violencia política, económica y social del país.

Para el caso específico de Ciudad Bolívar, esta zona ha estado presente como un territorio intraurbano con graves problemas, quizá no tan complejos como en otros lugares, pero desafortunadamente en el imaginario colectivo permanece desde el siglo pasado con una imagen de territorio violento, de la cual no se ha podido desprender, como es el caso de Urabá, Magdalena Medio, Aguablanca en Cali, algunas comunas en Medellín.

En la época de los 90 y ante graves problemas de inseguridad como los atracos, expendio y consumo de drogas, disputas por linderos y propiedad de lotes, y sin la presencia de las autoridades de seguridad y justicia, apareció la mal llamada ‘limpieza social’ en los barrios de la parte alta de Ciudad Bolívar y Soacha, como Perdomo, Jerusalén, Potosí, Santa Bibiana, Sierra Morena y Vistahermosa, al igual que en Altos de Cazucá en el municipio de Soacha. ‘Estructuras de seguridad’ organizadas por comerciantes y juntas de acción comunal para hacer frente a la delincuencia, contratando otros delincuentes para eliminar ladrones, consumidores de drogas problemáticos y todo aquel que consideraran un enemigo de la comunidad.

Cuentan residentes de las comunas cuatro y cinco de Soacha que el problema de violencia se menguó un poco, pero el descuido del Estado permitió que el fenómeno creciera de nuevo y hoy es una zona que se la disputan varios grupos delincuenciales, incluso la Defensoría del Pueblo asegura que además del microtráfico, hay presencia de paramilitares, disidencias de las FARC y células del ELN.

Los barrios fronterizos están agobiados por la delincuencia y los problemas sociales, y lo único que el Estado ha hecho es hacer presencia con fuerza pública y algunos programas, pero en menor proporción.

Por ejemplo en la parte alta de Ciudad Bolívar y Soacha, en materia de seguridad, existen dos unidades militares: La Fuerza de Tarea Dragón y el Batallón de Policía Militar, puestas allí a finales de los 90 para controlar el paso de las Farc. Estas unidades se complementan con el primer Batallón de Alta Montaña, que se puso en funcionamiento a comienzos de este siglo en el páramo de Sumapaz.

En materia de Policía y Fiscalía, los límites jurisdiccionales de estas dos instituciones en la amplia frontera de Bogotá y Soacha no han permitido un trabajo coordinado y de contexto territorial, mientras los delincuentes actúan sin importarles los límites territoriales de estas dos ciudades.

Foto portada: Acnur

Fuente: eltiempo.com

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