El segundo tiempo de Santos

No la tiene fácil el Presidente Santos. Su “segundo tiempo” arranca en medio de nubarrones. Así se desprende de la reciente encuesta contratada y publicada por la revista Semana. Y también de los acontecimientos de los últimos días. En cascada, el gobierno tuvo que encarar la crisis por la desafortunada reforma a la Justicia, el levantamiento indígena en el Cauca, el desplome del sistema de salud pública y el ataque de las guerrillas en algunos puntos del territorio nacional. Y pareciera que la reacción del gobierno fuera demasiada lenta para la velocidad de los acontecimientos. Como si le faltara oxígeno.


Para mi gusto el problema del Presidente no es de agenda. Sorprendió al país cuando decidió gobernar con una propuesta de unidad nacional. Muchos sospechamos que ello era una mera maniobra electoral para sumar fuerzas hacia la segunda vuelta y derrotar a Mockus. Pero el Presidente se lo creyó y formuló una ruta que incorporó buena parte de las propuestas de sus competidores. No se limitó a cuidar los “tres huevitos” que le encomendó Uribe. Derechos de las Victimas y Restitución de Tierras, Estatuto Anticorrupción, normalización de las relaciones diplomáticas con el vecindario y liderazgo internacional, revelaron un giro en la agenda gubernativa. Esta “tercera vía” a la colombiana despertó la furia del uribismo y su jefe natural y no ha alcanzado a convencer a quienes le disparan desde la orilla inversa.

El Gobierno aspiraba a terminar su “primer tiempo” con una agenda legislativa cargada de reformas progresivas. Calculó que si mantenía en progreso los indicadores de seguridad podría asfixiar los extremos de la derecha y de la izquierda con un audaz paquete de modificaciones legislativas y de decisiones públicas. Y hasta se sintió con la comodidad para desestimar los ataques persistentes de quienes veían desde la derecha pura en cada actuación del gobierno un acto de traición imperdonable. Quizás por ese exceso de confianza no le pareció grave que la locomotora minera arrase con el desarrollo sostenible. Y seguramente no calibró oportunamente la gravedad de una reforma a la Justicia que revivió el desafecto y la indignación de la mayoría de los colombianos por el sistema político. Indignación latente cuya última aparición se la debemos a la esperanzadora “Ola verde”.

Para este segundo momento el gobierno seguramente debe ajustar el contenido de su agenda. Es urgente que revise su estrategia de seguridad. Pero tiene que oír atentamente los reclamos de regiones históricamente cruzadas por conflictos de todo tipo. O gastar buena parte de sus energías reformistas en superar el desastre de la salud. O terminar bien la tarea de la restitución de tierras y la reparación a las víctimas. O sustituir la pretendida y malograda reforma a la Justicia por una profunda reforma política que responda a la indignación ciudadana. Y gobernar más cerca de la gente sin temerle al camino reformista que escogió. Quizás ese sea el oxígeno para un “segundo tiempo” del Presidente Santos. O el punto de partida para una tercería

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