En Bogotá, ¿coalición o colisión?

Se daba por descontado que el Alcalde de Bogotá contaría con una cómoda mayoría que respaldaría su gestión en el Concejo Distrital. Pero inesperadamente se fraguó un acuerdo de mayorías que agrupa a buena parte de las bancadas, sin la presencia de Progresistas y el Polo. Y todo por cuenta de una propuesta de coalición hecha por el secretario de Gobierno Antonio Navarro Wolf.


A Navarro no le falta razón en su idea de gobernar en coalición con otras fuerzas políticas. Resultaría bienvenida una convocatoria a otros partidos para construir un consenso sobre asuntos vitales de la ciudad. La unidad de fuerzas diversas puede ser útil para terminar de salir de la crisis y gestionar una transición. Superar la corrupción, disminuir la exclusión socio-espacial y desarrollar una agenda verde, por ejemplo, pueden ser asuntos materia de un “acuerdo sobre lo fundamental” como lo denomina el Alcalde parafraseando a Álvaro Gómez Hurtado.

Las coaliciones son útiles en las democracias modernas. Y en momentos de crisis. En Italia, por ejemplo, existe un régimen político que algunos denominan de “multipartidismo polarizado” para señalar la existencia de dos grandes coaliciones que agrupan a más de una veintena de partidos políticos. En España, a pesar de ser un régimen bipartidista, a la hora de formar gobierno los dos grandes partidos, el PP y el PSOE, se coaligan con otros partidos nacionales o territoriales. Y en Alemania, los partidos minoritarios se asocian con las dos grandes fuerzas políticas alrededor de “acuerdos programáticos con consecuencias burocráticas” como se dice en esos contextos. Y en Chile, la “concertación” fue la coalición que gobernó la transición de la dictadura a la democracia.

Contrario a la falsa moral de quienes salieron a calificar de clientelista la propuesta de Navarro, a mí me convence su argumento de que es mejor que la participación de otros partidos en el gobierno progresista se haga de frente y por encima de la mesa. Pero falló en el método. Porque Petro no convocó a los partidos a construir una agenda común para gobernar la ciudad que luego se expresara en la conformación de su gabinete y que los comprometiera públicamente con política publicas específicas. Más bien se ofrecieron a las bancadas políticas que conformarían la coalición del gobierno unos cargos de importancia relativa a cambio de unos “inamovibles” que hipotecaban la autonomía del Concejo, como la aprobación de un cupo de endeudamiento y el otorgamiento de facultades extraordinarias al Alcalde para que realizara una reforma administrativa. Lo que más alborotó el avispero fue el momento de esta “invitación burocrática”. Que se hiciera a pocos días de la instalación de sesiones ordinarias del Concejo convocada para elegir sus mesas directivas, el personero y el contralor encargados de hacer el control disciplinario y fiscal al gobierno, dejó el sabor de una inconveniente interferencia del ejecutivo sobre los otros poderes públicos.

Por la manera como se hizo Navarro estuvo lejos de un gobierno de coalición. Parecía más bien una coalición para respaldar su gobierno. Ojalá que el Alcalde, por quedarse sin coalición, no genere una innecesaria colisión con el Concejo.

@AntonioSanguino

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