Hay que vencer el miedo a las transformaciones

En los últimos días ha crecido el debate en Soacha frente a las enormes dificultades por las que pasamos sus ciudadanos, en las cuales se encuentran, el mal servicio que se presta en Transmilenio, la carencia de instituciones educativas, la semaforización, el abuso de las constructoras, las calles destruidas, elefantes blancos como el nuevo hospital, la regulación y reubicación de los vendedores ambulantes y el tema que no puede escapar a cada evento de la alcaldía municipal: “la inseguridad”; claro, hacen falta más, tan solo son unos ejemplos de los cuales somos testigos los que apreciamos este terruño.


Ante ello han aparecido sectores de esta población asumiendo un rol de “dignidad”, el cual no pasa a ser más que el reencauche de las mismas élites municipales generadoras de estas crisis y unos cuantos líderes sociales y comunales que rodean esa clase política, convirtiéndose en muchas ocasiones en coautores de la debacle del municipio.

En la semana inmediatamente anterior, la señora representante a la cámara que se supone lleva la vocería de los soachunos ante el congreso de la Republica, adelantó una especie de control político de cara a la inexistencia de políticas nacionales que ayuden a resolver la grave situación de Soacha. Al recinto solo acudieron viceministros y secretarios de las oficinas de los altos funcionarios convocados, cosa de esperarse, pues algunos de ellos se encontraban en otras regiones del país en donde se presentan estos mismos problemas en ocasiones más graves, llámese paro nacional de maestros o paro en Buenaventura, con lo cual no se consiguió el objetivo que inicialmente se proponía, pues dicho sea, las personas que acudieron a la comisión cuarta no contaban con la posibilidad de tomar decisiones a lo que se planteó como solución a las problemáticas que allí se expusieron.

Pero por supuesto es indignante, un municipio como el nuestro merece mucho más que un par de funcionarios que no solucionan nada. Pero, ¿por qué esperar hasta el punto de partida de campañas electorales en 2018 para motivar e indignarse?, ¿faltaron motivos para hacer ese mismo ejercicio de control político desde el 2014? o, ¿es que como ya no está el jefe político como vicepresidente, ahora sí se puede exigir? Es curioso ver cómo los cálculos políticos pesan mucho más que atender las necesidades del pueblo.

La falta de un movimiento social coherente, que se organice y se piense las necesidades del municipio mediante propuestas aplicables en la realidad, puede verse como una gran dificultad y a la vez un primer paso para no quedarnos solamente en la crítica; si bien es válida, no significa nada si la práctica no se hace presente. En redes sociales se encuentran unos análisis profundos sobre cómo pensarse a Soacha e invitando a otros a hacer, el activismo virtual está muy de moda.

Cada vez que arrancan las campañas salen aquellos personajes de la clase política municipal repitiendo la misma consigna; “aquí lo que nos reúne es Soacha, no nos interesa color político, nos interesa Soacha”, ojalá eso fuera verdad, pero no lo es, los hechos hablan por sí solos. Tanto les importa que cuando salen electos concejales, alcaldes, diputados o representantes, se van a vivir a Bogotá. A esto se le suman las mentiras que se promueven desde escenarios políticos de ultraderecha, que con el ánimo de afectar la paz han promovido en Soacha, de manera oportunista, una opinión perversa, donde se acusa al proceso de paz del hecho que el municipio se encuentre en las condiciones en las que está, en este sentido han salido en ocasiones a las calles a rasgarse las vestiduras, proponiéndose como la solución de una problemática que desde esos sectores también han ayudado a profundizar. Como píldora para la memoria las personas pueden acordarse de dónde salieron a la luz pública los falsos positivos, o de dónde salió la propuesta de promover la cultura de la construcción sin planificación.

Esas viejas formas de hacer política están mandadas a recoger, es necesario generar acciones mucho más contundentes, y para ello es necesario abrir espacios donde desde los jóvenes, organizaciones sociales, sindicatos, comunales coherentes con las necesidades de sus comunidades, soachunos raizales y soachunos adoptados, entre todos se promuevan asambleas sociales desde el constituyente primario, para sacar de la discusión a esos mismos que se han empoderado de la administración pública durante tantos años, esos que se reencauchan cada cuatro años o buscan de manera oportunista alcanzar un escaño en el congreso a costa de sus votos.

Hay que ser más certeros para darnos cuenta quiénes son, para que no siga ganando la teja, el cemento, el ladrillo, el tamal o las falsas promesas. Soacha necesita dar pasos de gigante frente a lo que tenemos, es posible y se puede conseguir; sólo una elección consiente puede hacer la diferencia, las nuevas generaciones y organizaciones alternativas están que se trabajan, hay que vencer el miedo a las transformaciones e indignarnos con los cuales han privilegiado sus intereses particulares por encima del pueblo.

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