La ciudad que esconde colores y sueños comunes

Acabo de revisar el especial que la Revista Semana realizó sobre el municipio de Soacha (esta vez con O). Y son muchos los interrogantes e inquietudes que me abordan alrededor de esta ingeniosa puesta publicitaria de la administración Nemocón, el cual a cuatro meses de concluir su mandato sabe que pasó con más pena que gloria al frente de la administración municipal.


Antes que nada reconocer la crónica de Alfredo Molano, quien hace un barrido histórico alrededor del crecimiento desordenado del municipio, sustento explicativo de la exclusión de las capas más empobrecidas de la sociedad, lo que manifiesta, en gran parte, los fenómenos de delincuencia e informalidad en los que, infortunadamente, se mueve gran parte de la población. Desde hoy ese corto documento es de lectura obligatoria para quienes aspiren a abordar, desde una óptica diametralmente opuesta a la establecida, los problemas relacionados a la marginalidad urbana que se agudizan diariamente en nuestro territorio.

Interesante el artículo de Ernesto Montenegro, puesto que nos ayuda a dimensionar la riqueza arqueológica que guarda nuestro municipio, expone ante el país la necesidad que tenemos como Soachunos de contar con un Museo Arqueológico, que nos sirva como un referente de educación más amplia en temas de historia y territorio, asimismo que contribuya a la generación de ingresos vía turismo. Recomiendo este artículo. Ojalá podamos avanzar todos los que nos pensamos a Suacha (ahora sí con U) con la bandera del Museo, convertir ello en una consigna común para todos los que nos peleamos el territorio, su historia, biodiversidad y perspectiva.

Rescato tibiamente la entrevista al periodista Ander Izaguirre, en tanto su trabajo sirvió para contarle al mundo los falsos positivos, lastimosamente en la entrevista deja entrever que poco o nada conoce sobre la situación humanitaria de Soacha, que su interés son las madres (claro, le ayudaron a ganar un premio europeo); en preguntas específicas el periodista español divaga en generalidades, lo que demuestra que su investigación careció de elementos que le permitieran leer las madres en clave de conflicto urbano, es decir sabiendo y señalando los principales problemas en los que están envueltos los jóvenes de Soacha. Izaguirre maneja un tufillo de Europeo civilizado que investiga los actos primitivos en un país como Colombia, al cual considera atrasado.

Pero por sobre todo, rescato la entrega y el empuje de nuestra gente, a pesar de ser escasos los apoyos y oportunidades, de ser inmensa la presión del hambre, del frío y del desempleo. El documento no puede ocultar que aquí se hacen cosas bien, que cuando se les da juego a las comunidades ellas responden con novedosas estrategias que mejoran la seguridad, la movilidad, la educación, la producción de alimentos, etc. Que aquí hay gente tan berraca (pero no una berraquera al modo asistencial de Saldarriaga) que puede generar impactos positivos para sus familias, vecinos y ciudad. Hermosas esa imágenes de nuestra biodiversidad, de la garulla y la almojábana, del salto del Tequendama, del arte rupestre escondido en nuestras montañas que las mineras quieren acabar, que, seguramente, el futuro Freddy Rincón saldrá de la pobreza de Cazucá, y que en un futuro aquí, si defendemos nuestra biodiversidad, se podrá apreciar nuestro río claro y limpio, de igual forma correr de manera profesional ciclomontañismo; que si protegemos y promovemos la vida y cultura campesina aseguraríamos la SOBERANÍA ALIMENTARIA de la región (no la seguridad alimentaria que sugiere la entrega).

Quiero resaltar las imágenes. Hermosas las fotos que, me imagino, dejaron anonadado al país lector de esta revista. Quien no conozca a Soacha por su difícil realidad, la conocerá a través de los colores y la imaginación que se aprecia en cada una de las fotos. El mensaje de esperanza está ahí en lo multicolor del territorio no en el gris de esta administración que persiguió la diversidad de las gentes de Suacha.
Sin saberlo la administración, Serrato, el fotógrafo, desnudo ante el país esa mágica Suacha que se esconde en la montaña, que se aprecia en los afanes de las personas que diariamente se mueven a Bogotá para asegurar el bienestar de su familia, del rebusque de miles de conciudadanos que creativamente le hacen frente a la pobreza, de esa ciudad que quiere reconocerse en sus campos, en su páramo y en su maltratado y desgastado río. Las hermosas imágenes son una invitación a defender nuestro territorio. Serrato, demostró, una vez más, el talento y la irreverencia juvenil. Bien merecida su participación en esta entrega de SEMANA.

En la segunda entrega los elementos que, a mi juicio, son elementos críticos del especial y sobre los cuales debemos estar atentos.

Siga a Periodismo Público en Google News. Suscríbase a nuestro canal de Whatsapp