“La culpa es de los profesores I”

“Un maestro de escuela, por ejemplo, es un trabajador productivo cuando, además de cultivar las cabezas infantiles, se mata trabajando para enriquecer al empresario. Que este último haya invertido su capital en una fábrica de enseñanza en vez de hacerlo en una fábrica de embutidos, no altera en nada la relación”, Marx ‘El capital’.


“Si se crea una sociedad que es psicópata hay una psicopatología social. Es lo que se ha creado. Donde la gente no le ve futuro a su vida se convierten en criminales y suicidas, entonces se matan y echan bala”, Rodolfo Llinás.

El tema de la educación es recurrente. No es una preocupación reciente ni particular de un lugar, como tampoco es una cuestión de poca monta. Es uno de los objetos de reflexión que más ha ocupado, y que debe ocupar, a todos los sectores sociales por su carácter central en la vida de todos nosotros (sea cual sea su resultado). ¿Por qué y para qué seguir preguntándose por este tema? Porque está en el centro de la configuración de la sociedad y de los elementos que la componen. Es un problema que permea toda nuestra realidad, que nos determina, pese a que muchas veces no sepamos, o simplemente no nos importe, cómo se genera el proceso educativo.

Sin embargo, todos coinciden en lo mismo. Desde los padres de familia hasta intelectuales que, como Llinás, reflexionan sobre el tema, posan su mirada en el sistema educativo y concluyen que está fallando, que tiene demasiados problemas o, categóricamente, que no sirve. Y aun así, nada que hacer. Parece que estamos inevitablemente abocados a soportar una maquinaria ineficiente cuya única finalidad es producir títulos mediocres en cadena y cifras holgadas en las estadísticas de cobertura.

La gente tiene conciencia de que la educación tiene escasa utilidad (como ser requisito ineludible en las hojas de vida), pese a que fraudulentamente se le sigue diciendo a los niños y adolecentes que es muy importante que asistan al colegio. Pero, ¿por qué esta visión tan pesimista? ¿Por qué resaltar los aspectos negativos y no, más bien, enfocarse en aquello que aún vale la pena, en aquellos que ven en la educación académica una forma de construir un futuro digno o en los profesores que todavía se esfuerzan en su labor? Porque es hipócrita y cómplice fingir que las cosas no están tan mal, cuando son muchos los que conforman sin sentido el engranaje del sistema y pocos los que lo usufructúan, porque los explotados somos muchos más…

Aun así, ¿qué es lo que está tan mal? ¿En qué consiste “el sistema” del que tanto se habla pero que poco se define? Uno de los principales errores es confundir educación con sistema educativo. Comúnmente cuando hablamos de educación nos referimos a las instituciones dedicadas a la enseñanza -no necesariamente al aprendizaje- con instalaciones adecuadas, planta de docentes y administrativos altamente calificados, un plan de trabajo académico y convivencial muy riguroso, controladas por una legislación abundante e igualmente rigurosa, pero nos engañamos de dos maneras: la educación es algo mucho más amplio y el sistema educativo, con su abigarrada burocracia, dista mucho de funcionar así de bien.

Educación es el proceso por el cual los individuos aprenden valores y prácticas necesarios para desarrollarse dentro de la sociedad en la que viven y para tomar un puesto dentro de ella. En este sentido, una determinada sociedad educa conforme a sus necesidades e intereses, aspectos que definen lo que es o no pertinente. Pero de entrada debemos advertir que los individuos no son agentes pasivos en el proceso. Así como la sociedad configura a los sujetos que necesita, estos construyen la sociedad en la que quieren vivir. Las condiciones, instrumentos, mecanismos y sujetos concretos con sus múltiples interrelaciones son lo problemático, dado que no están predeterminados.

Educar, en el sentido indicado, no se limita a la enseñanza que intentan brindar algunos establecimientos que detentan dicha función. Educar es una labor constante que consciente e inconscientemente realizamos todos. Educamos cuando sugerimos cómo pensar y actuar, cuando mostramos qué decisiones son preferibles en determinadas situaciones y lugares. De tal manera, la verdadera educación se realiza en contexto, en la calle, en el sistema de transporte, con los padres, los amigos, y, sobre todo, con los medios de comunicación. Los contextos van modelando el pensar y el actuar de las personas en tanto ofrecen problemas que afectan directamente a los individuos y posibles soluciones a los mismos. Así pues, de la misma manera que educamos, somos educados. Por supuesto, los factores que mejor juegan con el deseo son los que terminan influyendo más.

El sistema educativo es el conjunto de mecanismos que intentan direccionar consciente y planificadamente el proceso señalado. Para esto cuenta con docentes, directivos y legislación, sobre todo mucha legislación. Su objetivo es definir los contenidos y habilidades mínimas para que una persona pueda realizarse profesionalmente y como persona dentro de la sociedad. La finalidad es completamente legítima y necesaria, pero los métodos no siempre son los más acertados y la pretensión de confundir las responsabilidades del sistema educativo con los de la educación en general resulta perjudicial para percibir el problema que aqueja al conjunto.

Pensar que el sistema educativo es el culpable de los problemas culturales del país es soslayar la responsabilidad de los diferentes aspectos que forman a las personas y que son mucho más decisivos. Restarle importancia implica ser cómplice de la mediocridad. Hay que considerarlo en su justa importancia, quizá mejor como un mecanismo académico que permita el progreso de la ciencia, la tecnología y la cultura del país, de acuerdo a sus diferentes niveles, en la que se atienda integralmente a los estudiantes. Pero hay que tener claro siempre que dicho sistema no es abstracto, que sirve solo si se conecta con la realidad, si se conecta con el mundo laboral, y con ello no nos referimos a que solo se eduque con la vista puesta en el trabajo disponible, sino que se creen las posibilidades de empleo para las personas que se educan. La transformación que requiere el país se puede iniciar únicamente con el aprovechamiento del profesionalismo de sus graduados y la educación académica se incentiva cuando se evidencia que en realidad permite mejorar la calidad de vida.

De modo que si queremos saber cómo está educada una persona debemos examinar la sociedad en la que vive. Si queremos saber el por qué de su nivel académico, miremos el sistema educativo. La integridad de alguien está determinada por aquello que hace con esas dos condiciones. Así, ¿qué se puede esperar de una sociedad facilista y mafiosa? ¿Qué ejemplo pueden dar quienes detentan un puesto de poder cuando a él llegan por la clientela y el crimen? ¿Cómo se educan las personas al ver que en contexto se premia el peculado (la eufemística rapacidad), se acolita la impunidad y se privilegia el clientelismo (el famosísimo chanchullo)?

La respuesta es evidente. No se tiene autoridad suficiente para descalificar la forma de actuar y pensar de las personas cuando en la práctica se muestra que toda la moralina hipócritamente predicada es enteramente inaplicable en un mundo rapaz y fraudulento. Maquiavelo es un genio. Puso en evidencia que lo ideal es una cosa muy bella, pero que la realidad no lo es, que es preferible parecer bueno que serlo. No inventó el mundo en que vivía, simplemente mostró su funcionamiento. Su percepción es tan incisiva que sigue siendo válida…

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