Las plagas que carcomen a Soacha

Hace apenas unos días me encontré en el parque principal de Soacha a tres personajes de esos que les gusta analizar la vida política de la ciudad, los mismos que invitan a un tinto y que se las saben todas porque se dedican a indagar, averiguar y escudriñar todo lo que pasa en un municipio señalado de corrupto y donde parte de sus habitantes son considerados indolentes y profundamente envidiosos.


Y la tertulia resultó hasta interesante porque por estos días todo huele y sabe a política: el café, las onces, el almuerzo, el cigarrillo y en algunos casos las noticias y comentarios de quienes quieren ser protagonistas en una campaña que apenas comienza.

A pesar del crecimiento acelerado y desordenado, y de ser considerada la sexta o séptima ciudad más grande del país en población, Soacha todavía conserva ese ambiente propio de los pueblos pequeños y en donde muchos buscan el parque principal para ir a tertuliar, dialogar, entrar a la cafetería y alrededor de un tinto y un cigarro opinar y hasta analizar lo que está pasando en la vida pública y política del municipio.

Y todo lo anterior está bien. Es interesante encontrarse con esos personajes que su vida les permite llenarse de conocimiento y hablar con propiedad de temas que se han vuelto el pan diario de un buen número de habitantes de la ciudad, pero que resultan ajenos para aquellos que apenas llegan a un municipio envuelto en una delicada crisis social y con múltiples y profundos problemas difíciles de resolver en el corto y mediano plazo.

“A Soacha se la llevó el… que sabemos”, dijo uno de esos personajes, al tiempo que exhaló humo de su boca y que sin importarle casi me lo hace tragar.

“¡Caramba¡ Y lo peor es que esto no tiene remedio”, respondió otro de los amigos, bueno, uno de los que participaba en la amena charla.

Pero en medio de risas, críticas, sugerencias, comentarios e intervenciones, salió a relucir algo que me llamó profundamente la atención y que los que trabajamos y residimos en Soacha sentimos a diario.

Soacha es un municipio en donde impera la intolerancia, la envidia, la delincuencia, la corrupción, la habladuría, la incultura y hasta la politiquería, ésta última en algunos sectores focalizados y protagonizada por quienes a lo largo de los años han hecho escuela y se volvieron maestros expertos en quitar y poner alcaldes, concejales, diputados, gobernadores, senadores y hasta presidentes.

¡Qué bueno¡ dirían algunos, pero lo grave es que hay quienes ya hicieron “maestría” en politiquería barata y la envidia los carcome por dentro. Nadie discute que es bueno tertuliar, hablar y hasta analizar lo que está pasando en el municipio. Tampoco se niega que hay que trabajar desde las instituciones y las organizaciones para infundir amor y sentido de pertenencia, porque lo que falta en Soacha es más compromiso de ciudad, tolerancia, solidaridad, cultura ciudadana y respaldo a quienes intentan hacer algo diferente y propositivo.

Sin embargo da tristeza que cuando se intenta hacer las cosas bien, cuando alguien de Soacha propone iniciativas, programas y proyectos que le apuestan a ser factores diferenciadores, reciba a cambio críticas, insultos, improperios y se ponga en boca de una red de desadaptados que alimentan el rencor y la rabia.

No en vano mi abuela solía decir que la gente se muere más de envidia que de cáncer, y tenía razón. Sé perfectamente y mi ejercicio profesional así me lo enseña, que en Soacha reinan varias plagas que no dejan progresar a sus ciudadanos, algunas de las cuales ya he mencionado, pero me atrevo a decir que la peor es la envidia.

Internet resume el significado de esta palabra como aquel sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas (http://es.wikiquote.org)

Pero en últimas sentir la envidia es lo de menos. Lo que mata y hace daño son los mecanismos que se utilizan para poner en práctica este malévolo sentimiento, traducido en impedir que alguien progrese. Hablar mal, despotricar, criticar sin reparo y utilizar adjetivos descalificativos como ladrón y corrupto, y desdibujar el nombre de una persona, son algunas de esas prácticas que se suelen utilizar cuando es imposible superar con creces al otro.

Y muchos de esos personajes que se adornan haciendo un profundo daño a la reputación y al buen nombre de las personas los vemos campantemente pasearse por las principales calles del municipio, por el parque principal y hasta por la Alcaldía de la ciudad. Entran a cuanta cafetería y espacio encuentren para buscar a sus ´compinches` y comenzar a imitar, burlarse, maldecir y referirse a otros con improperios y palabras de mal gusto.

Por el bien de ellos y del municipio, ojalá reflexionen y se den cuenta que ese comportamiento los está hundiendo en la miseria mental y hasta económica, y que todo el mal que desean no es más que buena energía para que ese otro siga progresando y escalando posiciones en la sociedad. Hay que erradicar la envidia y comenzar a trabajar para que los demás progresen, para que yo progrese; solo así lograremos una Soacha diferente, justa y con sentido de pertenencia.

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