Seamos decentes con Claudia Morales

Es muy fácil ser severo y exigente con una víctima, para algunas personas, nada incentiva más las ganas de juzgar y de sentenciar que contemplar a un ser humano en un estado de opresión y sumisión; es fácil joder a una persona jodida.


Claudia Morales no solamente protege su vida cuando calla sino que, seguramente, también, la de su familia; pues en Colombia siguen vivos los crímenes de sangre; adicional a ello, la voz de la mujer, en este país, es un eco lejano que no tiene efecto en la realidad concreta…hasta la lucha se nos volvió simbólica, pero con pocos efectos contundentes; y es que llegar a las leyes es más difícil que acceder a los recintos de Kafka en cuentos como “Ante La Ley”.

Ahora bien, mirar las redes sociales por esta época se ha vuelto una tortura, lo que más se encuentra uno en estos espacios es una serie de matoneos desobligantes, que señalan a Morales con todo tipo de apelativos, por publicar una columna en la cual defendía el silencio de las víctimas como parte de sus procesos de sanación. Y ahora, desde la derecha, crearon una serie de Hashtag en defensa de “Él”, de ese innombrable, quien debe estar esperando que ocurra un evento nacional de relevancia para que los lentes se aparten de Claudia y “Él” pueda tomarse tranquilo su cafecito mientras destila su veneno por las redes sociales.

Por otro lado, están aquellas personas que piden a gritos el nombre del violador, como si el temor de Claudia no importara, como si su revictimización no fuera dolorosa, como si no tuviera razones para estar asustada, como si no estuviera viviendo en Colombia; este hermoso país que envió a la cárcel del Buen Pastor a Yidis Medina, después de que ella revelara el nombre de quien recibió prebendas para cambiar su decisión respecto a la reelección presidencial de cierto “innombrable”. El delito: Cohecho, el cual tiene la misma pena para quienes, dentro de las dinámicas del soborno, dan y reciben; pero adivinen quien no está en ninguna cárcel y, en cambio, sí goza de una impunidad grotesca (¿o acorde?) para el escenario nacional. Nadie le creyó a Yidis, aunque ella, valientemente, ha sostenido la versión, según la cual, “el innombrable” se le arrodilló en el baño, y no como muestra de que él sea “decente con las mujeres”, sino porque necesitaba que ella cambiara su voto.

A los rebaños ideologizados que creen que alguien está detrás de las declaraciones de Morales -como si su columna fuera una conspiración orquestada para redireccionar las elecciones presidenciales a favor de la izquierda (porque esas percepciones inverosímiles las he leído en distintos lugares de la red)- de entrada les digo: No, no se preocupen, como normalmente ocurre, la declaración de una víctima siempre saca lo más monstruoso de la conciencia colectiva colombiana y de las “fuerzas oscuras” de este país que se reúnen bajo nombres estrambóticos en lugares dizque religiosos, que van a utilizar esta situación como caballito de batalla para reavivar el temor hacia la “ideología de género” y hacia la hilarante invención discursiva del “castrochavismo”.

Colombia tiene una “simpática” tradición de burlarse de las víctimas mujeres, pues hace algunos años tuvimos que ser testigos del matoneo que se le hizo a Ingrid Betancourt y a Clara Rojas; eso sin contar con las injusticias, atropellos y humillaciones padecidos por Piedad Córdoba y Gina Parody. Desprecio profundamente la patanería de quienes en su afán de tener el nombre del violador, para encaminar las válidas frustraciones nacionales, no respetan la decisión de Morales y, en cambio, en medio de su soberbia aflora la profunda versatilidad intelectual de personas que se asustan con un meme y por la subida de voz de un jefe, pero que, frente a la situación de Claudia piden acciones heroicas en un país que se acostumbró a responder con la burla y con la muerte. Solo me queda ofrecer, y solicitarles, humildemente, Respeto. Seamos decentes con Claudia Morales.

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