¿Y dónde está el policía?

Me viene a la memoria una película gringa, bastante mala de por si pero que causaba mucha gracia, al preguntarme sobre la situación de seguridad en nuestro país, la política de seguridad sale directamente del Ministerio de Defensa, el ilustrísimo Juan Carlos Pinzón en su cabeza es el digno representante del mismo Presidente Santos para acordar y determinar con los jefes de las Fuerzas Armadas y de Policía las estrategias se seguridad y convivencia para todo el territorio nacional.


No hay nada más contradictorio que la inteligencia militar o de policía, pero así lo determinan ellos y en ello se basan y en ello fundamentan la política de seguridad que desarrollan, supuestamente, todos los miembros de las FFAA y de Policía.

Pero entonces se pregunta uno, como simple ciudadano recién bajado de la sierra a punta de espejo: en qué consiste la política de seguridad cuando todos los habitantes de un sector conocen a los ladrones, saben dónde actúan y en donde viven, pero la policía no hace nada.

Y me invade la pregunta, de nuevo: en qué consiste la política de seguridad si todos los ciudadanos se dan cuenta de los asaltos y raponazos en un mismo punto de la geografía día tras día y durante varias veces al día, lo hacen de frente a las cámaras de “seguridad” pero la policía no hace nada.

Vuelve a mí la duda: cuál es la labor de un funcionario de la administración municipal encargado de la seguridad y convivencia, si lo único que sabe hacer es caso a la policía que en definitiva no hace nada.

Pues estas y otras preguntas podrán ser resueltas quizá en una UPJ o su equivalente, lugar donde se evidencia el poder de la policía y la ineficacia de los funcionarios municipales encargados del tema de seguridad, pues allí, en estos lugares es donde menos caso les hacen; es más, me atrevo a decir que estos seres que en la mayoría de los casos no tienen idea del tema de seguridad en este lugar tienen menor injerencia que los detenidos.

Por ejemplo cuándo uno camina por cualquier calle de Colombia después de las 6 pm no se encuentra un policía, ni a palo, y si está pasando quizá por donde un alto funcionario del Estado ve algunos militares, que para eso de la seguridad más bien sirven poco.

Ahora bien, si uno camina a plena luz del día efectivamente ve en cada esquina un par de policías, pero que no le prestan atención a su entorno pues están chateando o mirando viejas en Facebook, es decir no sirven para un carajo.

Si decide utilizar transmilenio y por algún motivo requiere de un policía, no se afane en buscarlos, no están y si está de buenas aparece un auxiliar pero se está colando al sistema o le está coqueteando a las escolares, osea no sirve para un carajo.

En los campos y carreteras se ven, durante cada puente festivo, militares rondando haciendo con sus deditos la señal de bien, pero que están perdidos en el mayor desconecte con la vida real, o están los policías parando a todos los carros ofreciendo bonos de “solidaridad” para los miembros heridos en combate.

Pero cuando vamos en carretera y vemos al sicópata al frente de un volante que adelanta por la derecha o se manda por la berma para adelantar en trancón, y nos comunicamos con la línea de la policía no encontramos respuesta alguna. ¿Dónde está el policía? Pues escondido en el pie de la montaña para extorsionar a los conductores que excedieron el límite de velocidad en una bajada.

Pero claro la culpa no es del soldado, ni del patrullero, acá como en todos los problemas de la vida, todo tiene su problema estructural y en este país recae en la cabeza del Ministro de Guerra, perdón: Defensa y en los nefastos funcionarios públicos encargados del temilla de seguridad y convivencia.

Colombia está sumergida en la cultura de la mafia, de la trampa, del engaño y de la argucia y claramente las FFAA y la policía no está por fuera, estas instituciones son muy colombianas.

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